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17 de febrero de 2011

LA OTRA MEJILLA

A quien te abofetee la mejilla derecha, ofrécele también la otra (Mt 5, 39).
Debes interpretar esta frase como una invitación a sufrir, aceptar ofensas e injurias. Debes padecer con resignación las agresiones y humillaciones?
Existía un monasterio que estaba ubicado en lo alto de la montaña.
Sus monjes eran pobres, pero conservaban en una vitrina tres manuscritos antiguos, muy piadosos.
Vivían de su esforzado trabajo rural y fundamentalmente de las limosnas que les dejaban los fieles curiosos que se acercaban a conocer los tres rollos, únicos en el mundo.
Eran viejos papiros, con fama universal de importantes y profundos.
En cierta oportunidad un ladrón robó dos rollos y fugó por la ladera.
Los monjes avisaron con rapidez al abad.
El superior, como un rayo, buscó la parte que había quedado y con todas sus fuerzas corrió tras el agresor y lo alcanzó:
- Que has hecho? Me has dejado con un solo rollo. No me sirve. Nadie va a venir a leer un mensaje que está incompleto. Tampoco tiene valor lo que me robaste. O me das lo que es del templo o te llevas también este texto. Así tienes la obra completa.
- Padre, estoy desesperado, necesito urgente hacer dinero con estos escritos santos.
- Bueno, toma el tercer rollo. Si no, se va a perder en el mundo algo muy valioso. Véndelo bien. Estamos en paz. Que Dios te ilumine.
Los monjes no llegaron a comprender la actitud del abad.
Estimaron que había estado flojo con el rapaz, y que era el monasterio el que había perdido.
Pero guardaron silencio, y todos dieron por terminado el episodio.
Cuenta la historia que a la semana, el ladrón regresó.
Pidió hablar con el Padre Superior:
- Aquí están los tres rollos, no son míos. Los devuelvo. Te pido en cambio que me permitas ingresar como monje. Mi vida se ha transformado.
Nunca ese hombre, había sentido la grandeza del perdón, la presencia de la generosidad excelente.
El abad recuperó los tres manuscritos para beneficio del monasterio, ahora mucho más concurrido por la leyenda del robo y del resarcimiento.
Y además consiguió un monje trabajador y de una honestidad a toda prueba.
Lo común es que las personas casi siempre buscan lastimar al otro de diferentes maneras consciente o inconscientemente: física, mental o espiritualmente. Las reacciones o respuestas generalmente son correspondidas de la misma manera o peor. El agresor espera agresión, no una respuesta serena, creativa, inesperada, insólita. No tiene idea del poder que se esconde como un misterio en la enseñanza de la otra mejilla.
Mostrar la otra mejilla significa tener el valor de enfrentar el problema con dignidad y amor no con ignorancia y violencia. No puedes ser igual a tu opresor o victimario, debes ser mejor-eres mejor.
No puedes aceptar la humillación cobarde, vana, inútil basada en el miedo y la ignorancia. Cuando tú aceptas eso, aceptas que no tienes otra salida, que no hay más remedio que sufrir y vivir ese infierno.
Ten el valor de mirar a los ojos con serenidad, con la cabeza en alto mostrando la verdad, con esa profundidad y seguridad que solo el amor es capaz de expresar. Esa es la más maravillosa y grandiosa fuerza que da la convicción, el honor.   
En algunas culturas aun se mantiene de Código del Honor como uno de los valores más altos y respetables que equilibran las sociedades honestas y justas.
Bruce Malina y el Context Group han realizado una importante contribución a la ciencia bíblica al poner de relieve la importancia del honor en la interpretación de los textos del Nuevo Testamento. En las sociedades mediterráneas tradicionales, el honor ocupaba el centro del sistema de valores socialmente relevantes. Según Malina, el buen nombre de uno, es decir, la buena reputación, constituye la preocupación central de la gente en todo contexto de acción pública y confiere sentido y significado a sus vidas, lo mismo que el dinero en nuestra sociedad.
El antropólogo John Peristiany ha definido el honor como el valor que una persona tiene ante sí misma, pero también ante la sociedad a la que pertenece. Es la estimación de su propia valía, aquello de lo que cree poder enorgullecerse, pero también el reconocimiento de esa creencia, el reconocimiento de su excelencia por parte de la sociedad, aquello de lo que tiene derecho a enorgullecerse.



1 comentario:

ESPERANZA JUDHIT CRUZ VERASTEGUI dijo...

SI DEBEMOS DAR LA OTRA MEJILLA PERO CON LOS VALORES DE HUMILDAD TRANQUILIDAD PACIENCIA SIN OLVIDARNOS DE DIOS Y QUE ESA OTRA PERSONA ES TAMBIEN NUESTRO HERMANO Y QUE TODO EN LA VIDA SE PAGA