Somos siempre paz.
Liberarnos de la idea de que no somos paz,
es todo lo que se requiere.
— RAMANA MAHARSHI
Liberarnos de la idea de que no somos paz,
es todo lo que se requiere.
— RAMANA MAHARSHI
La paz es una cualidad del alma. Y como todas las cualidades espirituales reales, la paz no se alcanza o se consigue con nuestros esfuerzos. Es otorgada mediante la gracia, como la paz que Cristo prometió a sus discípulos:
"La paz os dejo, mi paz os doy:
no os la doy como la da el mundo".
no os la doy como la da el mundo".
Debido a que nuestra cultura ha perdido un conocimiento de los modos de manifestarse de la gracia, tendemos a identificar paz con esfuerzo. La mayoría de nosotros lucha por la paz, pensando que se puede alcanzar esforzándose. Exteriormente buscamos la paz resolviendo los conflictos. Interiormente, asimismo, esperamos resolver nuestros conflictos trabajando para llevar a un equilibrio a las facciones en guerra de nuestra psique. En la meditación nos esforzamos por encontrar la paz más allá de la actividad de la mente.
Puede que alcancemos de esta manera una sensación de paz, esforzándonos y luchando. Pero la paz real es un aspecto de lo divino, y en palabras del maestro sufí Bhai Sabih: "¿Cómo puede haber esfuerzo con las cosas divinas? Son dadas, infundidas".
La paz que es dada tiene una cualidad diferente porque viene sin esfuerzo ni lucha. No es una solución a un conflicto, ni interior ni exterior. No forma parte de la dimensión de la lucha, sino de la dimensión del alma. No puede surgir de un conflicto porque es un aspecto de la unidad de nuestra verdadera naturaleza. En la unidad, ¿cómo puede haber conflicto? Si no hay dos, ¿qué necesidad hay de resolver nada?
La paz real es una cualidad del puro ser. La paz que Cristo dejó a sus discípulos, la paz "no como la da el mundo" está en todos nosotros. Forma parte de nuestra naturaleza esencial. Pero como muchas cualidades del alma, permanece escondida, pasada por alto por nuestras percepciones y modos de relacionarnos que están basados en la dualidad, el conflicto y el interés propio.
Tradicionalmente se ha transmitido la paz a un nivel personal, de maestro a discípulo, como Cristo dio la paz a sus discípulos. Pero en este momento crítico de nuestra evolución, ha dejado de ser suficiente. Toda la humanidad necesita tener acceso a la paz del alma, ya que esta paz no forma parte sólo de toda persona, sino del alma del mundo. Y si miramos a nuestro alrededor, vemos que el mundo necesita paz; la vida en sí necesita ser alimentada por su propia naturaleza superior para recuperarse de los abusos del pasado y prosperar. El trabajo espiritual de esta época es ayudar a que el alma del mundo despierte, ayudar a que las cualidades de la verdadera naturaleza de la vida nutran al todo.
LA PAZ EN LA ERA DE LA UNIDAD
¿Cómo podemos ayudar a que el corazón del mundo despierte? El primer paso es un paso en la conciencia. La próxima era es una era de unidad, y en nuestro colectivo está surgiendo una conciencia de unidad. Vemos esta conciencia reflejada en el desarrollo de la comunicación global, el internet, y en nuestro reconocimiento de la interconexión ecológica. Pero no vemos las dimensiones más profundas de esta conciencia, cómo forma parte de la naturaleza superior de la vida, cómo contiene las cualidades divinas de paz, amor y poder real.
Sólo lo divino puede sanar y transformar el mundo; las fuerzas antagónicas en el mundo están demasiado poderosamente consteladas para que nosotros podamos resolverlas por nuestra cuenta. Pero lo divino necesita nuestra participación: somos los guardianes del planeta. Y, ¿cuál es la naturaleza de este trabajo? En nuestra cultura masculina identificamos trabajo con "hacer" y actividad. Pero mantener un espacio para lo divino requiere la cualidad femenina de "ser". Por medio de la simplicidad de vivir nuestra conexión interior con lo divino, de vivir la conciencia del corazón, enlazamos los mundos y permitimos que las energías superiores fluyan a la vida.
Los místicos reconocen el juego de los opuestos dentro de sí mismos -- la oscuridad y la luz, lo masculino y lo femenino, el espíritu y la materia -- y saben que forman parte de una unidad mayor. Al dejar de estar atrapados en la dualidad de los opuestos, los místicos viven con la realidad de la unión. Los opuestos permanecen, pero dejan de aparecer en conflicto. Los místicos pueden, como elMidrash del judaísmo sostiene, "observar cómo todas las cosas toman prestado unas de otras":
"el día toma prestado de la noche, y la noche del día... la luna toma prestado de las estrellas y las estrellas toman prestado de la luna... el cielo toma prestado de la tierra y la tierra del cielo... Todas las criaturas de Dios toman prestado unas de otras, hacen la paz una con otra..."(1)
Y en esta era de unidad, es necesario que los buscadores pasen de estar centrados en el desarrollo de sí mismos a estarlo en el desarrollo del todo. Esto requiere que dejemos atrás nuestros esquemas de aislamiento espiritual. Dejando la cueva y los monasterios, podemos vivir la luz del corazón en la vida común y corriente, en la plaza del mercado donde la densidad y oscuridad del materialismo necesitan ser disipadas.
Puede ser una ayuda reconocer que lo divino en la vida tiene su propio ritmo natural, su propio aspirar y espirar, que podemos llegar a conocer y con lo que podemos trabajar. La luz y la energía de lo divino siguen generalmente pautas ancestrales que fluyen por nuestra psique colectiva. Podemos contribuir a que la paz llegue a nuestro mundo confiando en que la paz en sí tiene la paciencia de trabajar esquivando las resistencias, en que su fuerza no se dispersa ni se pierde en un conflicto. La energía espiritual de la paz está generalmente trabajando con la energía de la discordia, minando sus argumentos, transformando el flujo de energía de la confrontación en comprensión. Si nos permitimos a nosotros mismos abrirnos a lo que ya está pasando, empezaremos a ver y trabajar con la conciencia de unidad que está surgiendo.
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